El masaje otomí es un masaje que se realiza con la palma de las manos del terapeuta, haciendo un barrido energético sobre el cuerpo del paciente, no requiere complementos para su ejecución.

Tiene un impacto en el cuerpo energético de la persona, barre con todas las cargas que se adhieren en el chimaltonalli (aura) de la persona.

El estado armónico del chimaltonalli depende de la armonía que exista en los 3 centros anímicos de la persona: ihiyotl, teyolia y tonalli.

medicina tradicional

1) el ihiyotl es una energía que proporciona nuestra madre, es nuestra conexión con la tierra y con nuestros instintos. Se aloja en el hígado.

2) el tonalli, energía solar que nos conecta con el cosmos, se aloja principalmente en la mollera. La nutrimos con los alimentos, con la luz solar y con nuestros pensamientos.

3) el teyolia, es la conjunción de las dos energías femenina y masculina que se aloja en el corazón, rige nuestras emociones, es la energía que nos permite la vida en la tierra y viaja al mictlan cuando ya no tenemos carne.

Los tres puntos energéticos irradian una energía alrededor del cuerpo que llamamos CHIMALTONALLI (aura), el cual refleja el estado de equilibrio/desequilibrio que tienen los 3 centros. El chimaltonalli es un escudo protector, que cuando está en buen estado, no permite que las energías del exterior penetren en el interior. Sin embargo si hay un desequilibrio interior, este afectará el chimaltonalli y no tendrá la fuerza suficiente para protegerse de las fuerzas externas.

Al equilibrar o entonar los 3 centros anímicos se armonizará el cuerpo físico, la mente y las emociones, por lo que el efecto resulta asombroso para la persona.

Se utiliza antes, durante y después de un tratamiento en específico como puede ser después de curar de espanto, durante el tratamiento de ajuste de cadera, después del temazcalli, entre otros.

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Acerca de los otomí.

Los otomíes (ñätho-hñähñu ) son un grupo étnico que aún prevalece en nuestro país. Los textos historiográficos sobre los pueblos del Anáhuac han prestado muy poca atención a la historia de los otomíes. Muchos siglos atrás, en el territorio que ocupaban los otomíes a la llegada de los españoles florecieron grandes ciudades como Cuicuilco, Teotihuacan y Tula. Incluso, en la Triple Alianza, Tlacopan heredó los dominios de Azcapotzalco, con mayoría de población otomí. Sin embargo, casi nunca se mencionan los otomíes como protagonistas de la historia mesoamericana prehispánica, quizá porque la complejidad étnica del centro de México en esa época no permite distinguir las contribuciones de los antiguos otomíes de aquellas producidas por sus vecinos. Sólo hasta años recientes empieza a aparecer algún interés sobre el papel que jugó este pueblo en el desarrollo de las altas culturas de la Altiplanicie Mexicana, desde el período preclásico hasta la conquista.

La lengua otomí presenta un alto grado de diversificación interna, de modo que los hablantes de una variedad suelen tener dificultades para comprender a quienes hablan otra lengua. De ahí que los nombres con los que los otomíes se llaman a sí mismos son numerosos: ñätho (valle de Toluca), hñähñu (valle del Mezquital), ñäñho (Santiago Mezquititlán en el Sur de Querétaro) y ñ’yühü (Sierra Norte de Puebla, Pahuatlán) son algunos de los gentilicios que los otomíes emplean para llamarse a sí mismos en sus propias lenguas, aunque es frecuente que, cuando hablan en español, empleen el etnónimo otomí, de origen náhuatl que deriva de otómitl, palabra que en la lengua de los antiguos mexicas quiere decir quien camina con flechas o  flechador de pájaros.

El territorio étnico de los otomíes ha sido históricamente el centro de México. Desde la época precolombina, los pueblos de habla otomangueana han habitado esa región y se les considera como pueblos nativos de las tierras altas mexicanas. De acuerdo con el cálculo de Duverger, es posible que los pueblos otomangueanos se hayan encontrado en Mesoamérica por lo menos desde el inicio del proceso de sedentarización, el cual tuvo lugar en el octavo milenio antes de la era cristiana

Los otomíes en la actualidad ocupan un territorio fragmentado que se extiende por los estados de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Tlaxcala, Puebla y Veracruz.

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Por:
Mtra. Mónica Nava Jiménez
Consultora en salud, especialista en Medicina Tradicional mexicana y promotora de «seguridad y buenas prácticas terapéuticas»

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